Dos destinos en los que hace mil años no tenían fronteras y era el lugar donde el esplendor y la cultura brillaba por todas partes .
Era una región puntera que se llamaba Al Andalus
Es una región al sur de España con mucha personalidad, su nombre nos trae a la memoria una serie de tópicos de España como son las mujeres bellas, el baile con castañuelas, el flamenco, las procesiones de semana santa , los toros de lidia, el vino de Jerez, el flamenco, grutas y carromatos de gitanos, sol total, playas vírgenes.... pero Andalucía es mucho más , es gastronomía, es cultura y sobre todo es diversión , pues no sabemos entender la vida de otra manera.
Es un país ancestral, es diferente, nada más cruzar la calle del agua, también conocida como el Estrecho de Gibraltar que ves en la foto, descubrirás que entras en otro mundo, en otra cultura. Viajar a Marruecos no es hacer turismo, no es coleccionar paisajes arte o gastronomía, no es conseguir un sello más en el pasaporte. Conocer Marruecos es una explosión de los cinco sentidos, la vista, el oído, el olfato ,el gusto y el tacto todos a la vez en una tensión gozosa e inolvidable.
La vista nos permitirá guardar en nuestra memoria playas vírgenes, ciudades de leyenda, montañas majestuosas y rincones mágicos. El oído nos deleitará con su música, sus muecines llamando a la oración, su ruido y su silencio. El gusto, el gusto...La cocina marroquí nos introduce en dos paraísos para el paladar, por un lado la recuperación de sabores perdidos en el camino de la agricultura transgénica y por otro el descubrimiento de sabores nuevos. Déjate enamorar por las masas transparentes y quebradizas, la miel, las almendras, las mil y una especias, el cordero o un sorbete de pétalos de rosa. El olfato nos hará disfrutar de la yerbabuena, la dama de noche, el limón, el cuero, la canela, el ajonjolí, el cuero, los tintes de tejidos o el desconcierto nasal de infinitos matices del bazar. El tacto nos va a conducir a la caricia de sedas, alfombras, piel, joyas, cerámica, mimbre, cristal, madera o piedra. La religión que no permite imágenes muestra su esplendor en el encaje de su piedra.